Si algo desafía a la “escritura vivencial” es pretender ponerle palabras a aquello con lo que estamos lidiando aquí y ahora. Los textos que surgen de esos intentos suelen resultar apenas catárticos: falta la distancia emocional necesaria, esa perspectiva que —se supone— sólo llegará con el tiempo. Este texto de Ana Sellera Damiani desmiente esa teoría. Gracias por tu coraje, Ani querida.
El okupa apareció un día sin previo aviso, como debe ser: te sorprende para que no puedas protegerte. Cuando querés acordar, se instala. Y vos te desconcertás. Primero te hacés la distraída, no pasa nada… Podemos convivir, no me molesta tanto.
Después te preguntás: pero ¿quién es? ¿A qué vino? ¿Por qué? ¿Realmente podemos convivir?
Entonces tomás la decisión de averiguar, analizás la situación. Y te encontrás con que el okupa es muy peligroso, no tiene buenas intenciones y vas a tener que echarlo. No será nada fácil. Antes tiene que responder varias preguntas. ¿Quién es? Un tumor de mama triple negativo. Muy agresivo. ¿A qué vino? A enseñarte que tenés mucho que aprender, que a pesar de la edad la vida siempre desafía y nos muestra que podemos más. Que esta vez hay que querer vivir y reconocerlo… Que hay mucha más gente que te quiere de lo que vos pensabas. Y confían en que vas a poder con el okupa.
Así que te juntás con el grupo de los que te van a ayudar con el desalojo. Ellos te plantean una serie de medidas. Pero sos tú quien decide y las tiene que ejecutar… Te decidís y encarás, sabés que es casi una odisea. En tres etapas.
La primera resulta la más larga. Durante seis meses vas a encarar al okupa y a intentar que entienda que se tiene que ir, o al menos arreglárselas en un espacio más chico. Que tarde o temprano tú vas a recuperar el terreno y lo mejor es hacerlo por las buenas…
Le hablás, le decís que entendiste el mensaje, aprendiste y estás lista para seguir sin él. No se trata de una pelea: es cuestión de que comprenda que la misión está cumplida.
Finalmente, después de esos largos seis meses, tu quedás muy cansada y el okupa, en vez de empezar a retirarse, se encapricha y sigue instalado ahí. Igual que cuando empezó. O hasta más expansivo…
Pero la decisión está tomada: se tiene que ir. Te repetís una y otra vez: No podemos convivir. Hay que soltar esta relación.
Empieza la segunda etapa: despedirnos, cortar, desocupar…
Te da miedo, pero no hay otra. Te hubiera gustado que fuera diferente, pero lo importante es que aprendiste mucho. Ahora sos mucho más fuerte que antes. Y te estás aferrando a la vida como nunca.
En esta segunda etapa, el okupa se irá de forma definitiva. Habrá dejado cicatrices para que no olvides lo aprendido.
Pasarán meses hasta que te recuperes, habrá que limpiar todo muy bien —tercera etapa— para que no vuelva a intentar meterse ningún otro. Tendrás que fortalecerte física y mentalmente.
Lo bueno es que todo esto no fue en vano. Salís de este trance transformada en una mejor persona, más sensible. Valorás mucho más lo que la vida te dio. Sobre todo, a los amigos. A todos los que te rodearon y no permitieron nunca que te sintieras sola.
Quedás agradecida por siempre al Universo que te permitió vivir esta experiencia.
Ana Sellera Damiani - Montevideo, Uruguay
Las ilustraciones pertenecen, respectivamente, a la tapa propuesta por ALEGA Editores para “Casa tomada”, de Julio Cortázar, y al símbolo internacional de la lucha contra el Cáncer de mama. El Día Internacional se celebra el 19 de octubre.
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